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jueves, 28 de marzo de 2013

Miércoles ‘blanco y santo’ del 27 de marzo

Mosaico de procesión miércoles Santo en Popayán -27.03.2013
Hay protocolos que no se pueden olvidar en esta ‘Santa Ciudad Blanca’. A la vista no se pueden esconder detalles que parecen pequeños y que muchos, en tiempos pasados, murmuraban como cosas fantásticas.

El recorrido empezó un poco después de las ocho de la noche. Los primeros “arreadores” de este miércoles fueron los policías que sacaban, sin usar la fuerza, a quienes intentaban rebuscársela con su venta ambulante, claro esto pasó dentro del perímetro cerrado.

Luego de posicionarse en medio de una de las callejas del festival religioso, las personas debían alzar sus cuerpos porque en su horizonte se vislumbraba cuatro pollitos, dos a cada lado en fila, recogiendo los desechos de los sacros mal dolientes. Seguidas aparecían las señales de Dios con unos chicuelos de largos vestidos color rojo y un regidor, que opacaba sus presencias, mientras se asoma, tras estos pasos infantiles.

No podía faltar un pelotón de hormigas que se movían, cada diez segundos, en casi completa sincronía. Esa noche de luna hizo más evidente sus cascos, dando perfección a su baile y haciendo perfecto juego con sus botas. Había luto también en las calles payanesas, otros más de esa colectividad, estaban de negro y muy elegantes. Así le dieron paso a los primeros Cargueros y a un Santo que posaba mudo sobre ellos. En cada altar móvil reposaban ocho hombres agitados, que hacían paradas para descansar. Un golpe suave o fuerte daba la pauta para seguir con el flagelo. Aparecieron entonces dos filas de velas encendidas a derecha y a izquierda. Los protectores para la cera que derramaban era publicidad ambulante, en algunos estaba la vieja “Comcel”, se exhibían  Arturo Calle, Herpo, entre otros, y una contrastada que seguro venía de alguna periferia, solo un viejo cartón pálido con evidentes cortes a manos, como si el demonio hubiese desgarrado sus pecados para presentárselos a la ‘Santa Popayán’. La gente uniformada portaba la cara de una empresa, de una institución privada o gubernamental. Habían chicas con faldas cortas de algunos colegios, desfilaban guardas, sonrientes y despreocupados jovencitos, gente con buen gusto de vestir y otras más con la imposición que genera su entorno económico-social para lucir un traje. Y seguían los Cargueros con su penitencia.

Vino un Regidor y enseguida una Sahumadora. El hombre tenía el poder de callar y de parar a quienes imponía el desorden. La mujer aromatizó el lugar para que todo fuera más divino. Apareció la música, unos pasos más y detrás de ellos unos sacerdotes y niños vestidos con túnicas blancas, pero seguía el silencio religioso. Todo era más una muestra, uno de los mejores teatros, que catalogan a esta vieja ciudad como “La Jerusalén de América”. Después de esa paz icónica, acompañada de una banda de guerra, otra vez aparecieron las fuerzas estatales, esta vez sin armas, eran los jóvenes que purgan sus penas entre las montañas.

También se vió la extravagancia. Había carruajes musicales y encima de ellos artistas. Entonces casi al final y por menos de treinta segundos se escuchó un murmullo de algunos creyentes, balbuceaban una oración en la que se escuchó “Gloria”. La procesión se cerró con unos hombres que llevaban boinas y armas que no desentonaban con el magno desfile. La gente se dispersó y los exponentes siguieron su rumbo. El Centro estaba puro, no existía en este lapso los pasos olorosos de un loco, ni se veía la mendicidad de los otros días del año, pues era otra vez un miércoles ‘Blanco y Santo’ del 27 de marzo. 

jueves, 8 de noviembre de 2012

ENSUEÑOS DE UN NIÑO GRANDE


Recuerdo que tenía un sueño… lo alimentaba el campo, el sonido de los árboles, el canto de los pájaros, los gritos de mamá y los regaños de mis abuelos maternos. Recuerdo que en vacaciones de la escuela, mamá preparaba el desayuno para salir muy temprano a cosechar, y consigo, como arriando ganado, nos llevaba a la finca. No era nuestra finca. Éramos peones.

Me acuerdo de alguien, tal vez tenía menos de cuatro años. Sirley, mi mamá, otros peones y yo, estábamos sentados en una mesa larga de madera. Era un tablón. Mientras cenábamos, a las cinco, Sirley y yo moríamos de risa. No se por qué, pero el recuerdo me muestra lo feliz que fui. Solo en la finca, en el quehacer de mamá, no había nada prohibido. Podía reír mientras comía, jugar como loco, correr, ser un gran ingeniero y construir la casa y el lugar de mis sueños. Me convertía en un gran explorador, me creía un aviador, un jinete, un corredor de autos, un ensoñador incontrolable.

Odiaba los festivos. Los odié hasta el colegio. Ahora los añoro y deseo que el lugar en el que pasé cada lunes no corriente, vuelva a ser el mismo. Anhelo escuchar la invitación de mamá para salir corriendo a abrazarla y decirle que no tiene necesidad de manifestármelo. Pretendo acompañar cada paso suyo, ver como envejece y como el tiempo también actúa sobre mi cuerpo, mientras que el espejo sea nuestra más fiel realidad. Mientras que el olor a café tostado aromatice la casa y el camino que conduce hacia ella. Como si supiera que algún día, en medio de la estúpida vida pos-moderna, “las migas de pan” podrán ser comidas por las aves hambrientas.

Recuerdo que en medio de una cosecha de café, en la finca de mis abuelos surgió un comentario después de una larga charla mañanera, mientras el frío caía con cada gota de agua, como si tirará con el las palabras. Dijeron que tendría dotes para ser abogado, pero dudándolo, porque pensaron que jamás podría ir a la universidad, como lo creyeron luego mis compañeros de colegio. Entre tanto, mi cabeza maquinaba cada paso que seguiría después del grado, igual que ahora, cuando han pasado tantos años.

Hoy quiero pensar en el pasado, recordar cada detalle que viví con mis hermanos, cómo fue mi relación con mis abuelos, cómo peleábamos con mis primos, revivir el regaño de mis tíos y construir con cada aventura el paisaje que se ha ido trastocando. Exigirle a Dios que me devuelva la presencia de la abuela, porque temo que no seré capaz de llegar a la casa, y que como un esquizofrénico me lance a abrazarla, para hacerle reír a carcajadas, para tirar de sus arrugas, para enredar mis dedos en sus cabellos, para besarla y para sentarnos a compartir el paisaje que ofrece su banca favorita. Llamar a gritos a mamá y al resto, para que como un átomo o célula, nos agrupemos en la casa de los viejos como cuando ellos eran niños. Para no ser padres, hijos, nietos, primos, sobrinos o tíos, sino para ser los mejores amigos y soltarnos en confianza hasta que desaparezcan los secretos.

domingo, 4 de noviembre de 2012

¡Y qué tal si somos uno!


"Los actos de nuestra vida que llamamos buenos y de los que nos resulta fácil hablar son casi todos del primer género, <<ligeros>>, y los olvidamos pronto. Otros actos, de los que nos cuesta hablar, no los olvidamos nunca, son como más nuestros que los primeros y su sombra se proyecta ampliamente sobre todos los días de nuestra vida"                                                                                                                                                 
                                                                                                                         Hermann Hesse

Qué tal si la vida no estuviera llena de matices y qué, más aún, si el arcoíris no fuese producto del prisma. Qué tal si el sol no alumbrará nuestro mundo todas las mañanas y se escondiera entre los diferentes relieves. Qué tal si la luna, no cumpliese todas su etapas, y qué tal que las nubes no jugarán en el firmamento.

Qué tal si todos los seres humanos fuésemos iguales en términos morfológicos, como aquellos clones que nos presentan en las películas de ficción, o los avances en la realidad materializados en Dolly.

Y qué tal si todos fuésemos valientes, y la noche no nos inspirará bajos instintos, para hacer lo que en el día está prohibido por el mundo moderno. Y qué tal si la honestidad nos aplastara y como el viento le diríamos a todos lo que somos. Entonces tomaríamos retratos de las diferentes impresiones y haríamos collage para evaluarnos. Igual podría ser un mecanismo para autorregularnos y volver a donde estábamos.

Qué, si pusiéramos en juego nuestra felicidad al querer ser lo que somos y no lo que otros nos imponen. Que tal si la maldita cuestión y duda no asaltará al resto por como te vistes, por como es tu acento de voz, por como caminas y por el modo de conjugar y usar tu idioma.

Y qué tal si corremos a ser lo que el interior nos grita, y no huyéramos como lo hacen los cobardes. Y qué tal que nuestro diario dejara de serlo, para pasar a ser un libro abierto, en el cual se conocerán detalles preciados de nuestra vida, para que se pregunten desesperados qué pasará segundos más tarde después del final del párrafo.

Y qué tal si no fuésemos simple basura como muchos en el mundo y desde nuestra condición aportáramos a construir un ambiente en dónde todo es posible, en donde el otro, los otros y yo pudiésemos convivir sin celos, sin buscar respuestas que expliquen el porqué del mundo y la relación con nosotros.

Y qué tal si viviésemos en un mundo donde seamos los mismos de nuestra conciencia, en cualquier lugar, siempre, sin importar el sonido ambiente. Y qué si el valor nos diera la inmortalidad de subsistir en medio de lo que es y lo que no puede ser. Si la elección no fuese una imposición sino una búsqueda de tu ser. Y lúcidos abandonáramos la idea de esperar el instructivo o recetario de la vida.

viernes, 13 de abril de 2012

Cumbre de los Pueblos. Discutiendo la Educación de Colombia!!!

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Discutiendo la política de la Educación del país. En la Cumbre de los Pueblos.

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lunes, 2 de abril de 2012

SEMANA SANTA, ‘SEMANA VENTAS’.


Quién pensaría que la fe católica cristiana se hubiese convertido una actividad comercial en la ciudad de Popayán Cauca, en la ‘Jerusalén de América’. Quién creería que lo único que se puede encontrar en la ciudad no es más que una oferta vacacional que está dirigida para un grupo de personas que vieron en esta tradición religiosa-cultural la oportunidad para negociar.

Aquí cabe perfectamente las líneas del texto encontradas en la biblia: “Jesús subió a Jerusalén, y halló en el templo vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y cambistas sentados. Hizo un azote de cuerdas, y los echó a todos del Templo con las ovejas y los bueyes, tiró las monedas de los cambistas y volcó las mesas. Y dijo a los vendedores de palomas: “Quitad esto de aquí: no hagáis de la casa de mi Padre un mercado” “.

Si Jesús estuviera viendo estos tiempos, tal vez se aterraría y seguramente hiciera lo mismo que hizo hace dos mil doce años, o tal vez en su proceso de reflexión dijera que la Semana Santa no debe ser una cosa burocrática. Seguramente tumbaría los balcones y echaría al carajo los palcos y la gradería. Los cargueros, las sahumadoras, y cada personaje de los pasos serían protagonizados por quienes viven en las periferias. Permitiría que todas las personas tuvieran el acceso a las exposiciones sin ponerse a ver si cargan un peso en sus bolsillos.

Hablaría con las autoridades principales y les diría que dejen a los pobres rebuscadores vender lo poco que dará la ciudad en una semana de flujo comercial. Los pobres -70% del departamento- se volcarían con sus productos a venderles a los nacionales y extranjeros. Sería para ellos el regalo de acción de gracias que les quitaría la miseria por pocas horas.

Sería ‘LA SEMANA’. La semana no solo de ver la concepción religiosa como una tradición, sino como la enunció el Papa Benedicto XVI en si discurso de misa de Ramos: “mirar de manera justa a la humanidad entera, a cuantos conforman el mundo, a sus diversas culturas y civilizaciones”. Sería la semana para pensar que millones de personas hoy viven en guerra, y que otros millones más padecen hambre por causa de ésta.

Tal vez la sociedad inconforme no saldría como el año pasado a resolver sus conflictos a punta de machete en las procesiones. Los jovencitos serían más consientes si pudieran ir a los sitios de formación educativa. Tal vez sería la oportunidad de callejear de aquellos que sobreviven con sus ventas ambulantes. Sería la semana de libertad para los ‘locos y los personajes típicos’ como lo llaman algunos. Sería la semana para mostrar lo bueno y lo malo. Sería la semana de Popayán, de los caucanos y sus habitantes. Sería la semana para ver que todos somos iguales y la semana para reflexionar sobre el modo en cómo estamos viviendo en el Cauca.

sábado, 17 de marzo de 2012

PANAMERICANA, UN TRAMO DE MENDICIDAD

Que perfecta excusa! ¿Estarán contados como empleados por el DANE? El tramo Popayán-El Bordo de la vía internacional Panamericana es el lugar de trabajo de los pobres del suroccidente del país colombiano que aprovechan para: ¿vender o mendigar? Entre construcciones y derrumbes arriesgan día a día su vida.

El invierno  ‘les cayó como anillo al dedo’, porque mientras unos sufren con los desastres de la ola invernal otros gozan del trabajo que éste les acarreó.

Desde Popayán se ofrece en el menú una variedad importante que termina en El Bordo Patía. El terminal, el control de la vía al sur, los accesos restringidos en la vía, los derrumbes, el peaje El Mango y El Bordo son los puntos ideales que los rebuscadores encuentran para abordar un autobús en el que entre burlas o compasión de pasajeros y conductores tratan de ganarse su sustento para sobrevivir.

“Con el permiso del señor conductor he venido a ofrecerles(…), recuerden que cien, doscientos, quinientos o mil pesos no empobrecen ni enriquecen a nadie, pero si me pueden ayudar ya que prefiero ganarme la vida honradamente”, es el discurso que de memoria hemos aprendido y que usará el sujeto que está enfrente para ofrecer su talento.

Qué inocente adulto o niño no se comió los dulces que entregó un vendedor que al terminar su recorrido suelta una frase certera y dolorosa: “quien desee llevarlos, para su mayor economía compre los tres en mil”.  O quién no creyó que el vendedor de objetos iba a obsequiar uno a quien mas respondiera sus preguntas, pero vaya sorpresa cuando al escuchar “este objeto tiene un valor de diez mil pesos pero aquí lo podrá llevar por mínimo dos mil”.

Seguramente ustedes vieron a los pobres campesinos haciendo la semejanza de arreglar un tramo de la carretera, también se dieron cuenta que no importaba la época porque ellos seguían ahí y al igual que la vía sin pavimento.

Mendigar una vez para un niño, ha sido la razón para no ir a la escuela. Ganar más que sus padres los hace la cabeza de la familia. Acompañados de infantes, los ancianos salen a mendigar las monedas de los viajeros de esta importante vía olvidada que refleja el descuido del gobierno colombiano y la falsedad del discurso de los politiqueros que hoy ocupan los cargos del Estado.

Si un avaro se diera cuenta de los elevados precios con los que se vende en la zona, sería el motivo perfecto para montarles competencia. Los productos ofrecidos van desde gelhada lista para comer, gaseosa, agua embotellada, frutas de la zona, un puesto improvisado de fritanga, dulces y confitería, el popular mecato, un puesto ambulante de artesanías, purgantes, una cantada “desafinada” que termina en el humor sucio del conductor y ayudante hasta regar agua en la carretera polvorienta”.

Esta oportunidad es la que esperan y sueñan el 70% de pobres y el 39% de indigentes del Cauca -cifras del DANE-. Con la que están felices los ‘infelices’ ancianos y niños que encontraron un trabajo en medio de la desgracia.